LA SIERRA DE LAS
NIEVES
Un
espectáculo Natural en 9 Escenas
LA MAGIA DE LA BIOSFERA
La Sierra de las Nieves es un Museo Natural abierto a todos los públicos. Un espacio de vida repleto de historia y cultura. La diversidad biológica de este Parque Natural y reserva de la Biosfera es original y variada, resultado de una privilegiada situación entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico: En otros tiempos, en las cumbres blancas de invierno, los neveros guardaban en pozos un tesoro helado, la nieva, para distribuirla durante el estío tórrido por los pueblos de la provincia. Y de ese antiguo y ya perdido quehacer proviene el nombre de la sierra.
Hace más de 600.000 años que el hombre habita estas tierras y a lo largo de su historia, íberos, celtas, cartagineses, romanos, visigodos y árabes esculpieron la memoria del paisaje. hoy, el hombre ha aprendido a no dilapidar ese valioso capital que es la naturaleza y el desarrollo sostenible se alza como medio para que los pueblos de la zona aumenten su calidad de vida, disfruten de la tierra, la aprovechen y la devuelvan renovada a sus hijos, que se la han prestado. En la Sierra de las Nieves cada día hay más arboles, los ríos permanecen puros y acogen a numerosas familias de nutrias, el canto primaveral del cuco rebota en los bosques y la cabra berrea con fuerza en otoño. La vida echa sus raíces.
Málaga tiene en la Sierra de las Nieves su pico más elevado, el
Torrecilla, de 1.919 metros; y el planeta, una de sus simas más profundas, la
GESM, con 1.098 metros explorados. Cada rincón es un puequeño paraiso,
cada cañada, un microcosmos; cada farallón, un desafío. Pero la verdadera
estrella bot´nica de la Sierra de las Nieves es el pinsapo (Abeis pinsapo), el
abeto andaluz, herencia del pasado glacial, cuando el clima era más frío, y que,
sin embargo, ha perdurado gracias a las especiales condiciones de esta zona. Se
mezcla con quejigos de alta montaña (Quercus faginea alpestris), pinos, (Pinus
spp.), encinas (Quercus ilex) y alcornoques (Quercus suber), lo que origina un
espectacular bosque de elevado valor ecológico y paisajístico. A su alrededor
pululan los gatos monteses, zorros, cabras montesas, meloncillos... y sobre sus
picos planean águilas, buitres, cernícalos y un sin fin de aves
cantoras.
EL HOMBRE Y LA BIOSFERA
El hombre y el medio conviven en íntima armonía en la Sierra de las Nieves: éste aprovecha las diversas riquezas del entorno, en forma de alimento o materia prima, mientras la naturaleza se beneficia del esmero con que el hombre cuida sus tierras. Ambos comparten la alegría de vivir en uno de los rincones más bellos de Andalucía.
El abandono de las actividades tradicionales de la montaña y las fuertes migraciones que ha padecido la zona, han hecho que los pueblos de la Sierra de las Nieves conserven hoy su imagen tradicional. Este paisaje armónico y dinamico está a salvo gracias al deseo de la población de desarrollarse sin hipotecar el medio, de defender sus ritos ancestrales, de vivir junto a la naturaleza y no sobre ella.
YUNQUERA
El término municipal de Yunquera, de 55
kilómetros cuadrados, se extiende desde el Peñón de los Enamorados y Tajo de la
Cama, en la Sierra de las Nieves, hasta la unión de los ríos Grande y Jorox. A
61 kilómetros de la capital y 681 metros de altitud, rodeado por El Burgo,
Tolox, Alozaina y Casarabonela, Yunquera cuenta con 3.200 habitantes, que viven
vinculados a su maravilloso pinsapar, el más grande del Parque Natural Sierra de
las Nieves, con una superficie de 1.050 hectáreas.
Entre sus monumentos sobresalen la Ermita Mora, que se encuentra a 500 metros del pueblo y es uno de los escasos vestigios de la dominación musulmana. En tiempos, esta ermita comunicaba mediante un túnel con el Castillo, ubicado en la parte más alta de Yunquera, que consta de dos plantas y fue restaurado en el siglo XIX. Parece ser que fue construido por los árabes y durante la Guerra de la Independencia cumplió labores de torre vigía para hacer señales con antorchas y candelas. Mole cilíndrica rematada por sus almenas, la vetusta torre, de piedras oscuras, de rojos ladrillos y argamasa, se halla en un cerro rodeada de olivos. Como apunta Francisco Doña Doña, son el castillo, el pinsapo y la cabra montés los tres símbolos identificativos de este pueblo.
También hay que destacar la iglesia de la Encarnación, que fue levantada en el siglo XVIII con el mismo nombre que la que construyeron los Reyes Católicos. De grandes proporciones, bello templo de cruz latina, cuenta con tres espaciosas naves sostenidas por diez columnas cuadradas de mampostería, de donde parte el arqueado de su fábrica. Adornos de yesería ornamentan sus bóvedas. El conjunto queda rematado por la esbelta torre campanario.
Los yunqueranos también profesan especial estima a la ermita del Cristo de la Cruz del Pobre, en las afueras del pueblo, en dirección a Ronda y entre el Castillo y el Puente de Palo, rodeada por el verdor exuberante del paisaje, con sus paredes blancas de cal y brillante y parduzco el chapitel de su tejado.
De otro lado y en el mismo entorno, el Puente de Palo, lugar por donde discurría un pequeño acueducto consistente antaño en unos canales de madera que atravesaban un antiguo camino, ahora carretera. Hoy el agua discurre por un arco con cauce de mampostería, que hace que la canalización aérea supere el desnivel existente entre los numerosos bancales de las haciendas y otra margen más alta del terreno.
Los campos de Yunquera, entre sierras y montañas, son variadísimos en cuanto a sus cultivos, por su situación, según estén más o menos expuestos a los vientos fríos de las cumbres o los cálidos del valle. De cualquier forma, las propiedades rústicas están bastante repartidas. La topografía de estos campos, muy desigual y abrupta, hace que sus tierras no se presten a la siembra de cereales. Así, las tierras de secano y regadío se plantan con árboles frutales, mientras que las lomas y cerros se cultivan con olivos y castaños, todo en una verdadera distribución minifundista. Pese a todo, en Yunquera se dan dos cosechas anuales de patatas, una temprana y otra tardía, en sus mejores tierras, en los predios o «tableros», donde también se recolectan maíz y hortalizas. Otros productos típicos de Yun quera son la naranja, almendros, higos, uvas y, sobre todo, sus riquísimos embutidos, y vino mosto.
Este pueblo, al igual que otros de los alrededores, mantiene mayoritariamente en su arquitectura el estilo rústico, con viviendas de escasa altura, con dos plantas y cubiertas con techumbres de teja árabe, con fachadas blanquisímas de cal. Casas de la plaza del Poyo, circular y de la que parten cinco calles, punto central y neurálgico del pueblo; y de calles como Virgen del Rosario o Sor Teresa Mora. Calles y plazas algunas con fuentes de agua cristalina, como, por ejemplo, el pilar de la calle Nueva o el pilar Piojo, en uno de los rincones más típicos y castizos de Junquera; o el «Pilarito», minúscula fuente situada en la esquina de la calle del Castillo, o el de El Poyo, rectangular y con tres caños, el más concurrido por las mujeres. Y en las afueras, a un kilómetro del pueblo, un manantial inagotable, que riega «tableros» y haciendas, conocido por «Plano».
ALOZAINA
Una atalaya hacia el
mar
Sentarse en cualquiera de sus terrazas que miran a Málaga y
degustar un plato de aceitunas aderezadas es un placer que no debe perderse el
viajero que visite Alozaina. No en vano, los árabes llamaron a este
pueblo "un lugar bueno y sano": bueno por su clima suave, al amparo de los fríos
gracias a Sierra Prieta y la de Tolox; y sano por su gastronomía, siempre regada
por el mejor aceite del mundo, y por sus fiestas y romerías, empapadas de
historia y cultura. La Semana Santa se vive con pasión y sentimiento. Sus pasos,
que superan la docena, suben y bajan las empinadas calles en un ambiente de
recogimiento. Y en mayo, la Cruz se lleva a Jorox, un valle cercano que ya
pateaban nuestros antepasados en el Paleolítico. Luego, a finales de julio, el
pueblo estalla en una fiesta que no cesa. Es entonces cuando el visitante se
siente hermano, pechero y serrano.
Alozaina es el primer pueblo de España donde se comienza a recolectar la aceituna, aún verde y dura, lo que da nombre a un bienvenido quehacer, el verdeo. Para celebrar tal acontecimiento , el 12 de septiembre organizan una fiesta llena de color y de aromas, dichosos porque esas aceitunas que recogen son el pan de sus hijos y orgullosos porque saben que su sabor a especias de las sierra es famoso en todo el país.
Y entre saetas, boleros y fandangos, qué mejor que retornar a las raíces admirando el forjado del hierro, el bordado del oro o la tarea artesanal de un taller de sillería. Porque en Alozaina, la tradición del trabajo a mano se puede llevar a casa envuelta en hospitalidad, mientras que la sensación de estar en medio de la naturaleza perdurarán en el alma hasta que la añoranza nos lleve de vuelta a este lugar bueno y sano.
CASARABONELA
El Manantial de los
Sultanes
Bonela, la sultana de la sierra, villa de moriscos y rebeliones,
Castra Vinaria para los romanos, Cars Bonaria para los musulmanes. Bonel,
manantial y fuente. Sus calles son angostos pasadizos de empinadas cuestas. Bravos defensores de su
tierra, los bonelenses, también llamados moriscos, fueron de los últimos en
rendirse a los Reyes Católicos que, hartos de guerrear, decidieron enviar una
diplomática carta aconsejando la capitulación. La paz se hizo y sobre los
cimientos de la antigua mezquita se levantó la iglesia de Santiago
Apóstol, que roza el cielo con su veleta.
Ya ha llovido desde entonces, pero aún conserva Bonela esa esencia
musulmana. Y para que el tiempo no haga olvido, cada año se celebran las
Jornadas Moriscas, un guiño musical y cultural al pasado andalusí. Para ampliar
esta información, ver
IV
Jornadas Moriscas de Casarabonela.
En Bonela, un paseo es un viaje: de fuente en fuente y de tapa en tapa
por los bares y tabernas. Un descanso frente a algunas de las muchas hornacinas
que antaño hacían de frontera entre las calles moriscas y las cristianas, y que
hoy se engalanan durante la fiesta de las Cruces de Mayo o una parada para ver
como, subiendo a la ermita del Calvario, el paisaje se abre hasta donde la vista
ya no alcanza.
El 12 de diciembre, La Pastora para más señas,
Casarabonela se viste de fuego y los vecinos queman los capachos de esparto
todavía impregnados en aceite para dar gracias por la buena cosecha de aceituna.
Es la Fiesta de los Rondeles, multitudinaria, con chocolate, buñuelos y tostones
por doquier. Las llamas alumbran la noche y calientan los espíritus. Cuando
llega la Semana Santa, las escenas de la Pasión se representan en la iglesia de
Santiago. Y a finales de julio, las fiestas patronales, un aluvión lúdico,
escaparate de su artesanía y su variada gastronomía. Bonela es Al Andalus
químicamente pura.
EL BURGO
Al río Turón se
asoma
Si hay algo de El Burgo de lo que se sienten orgullosos los burgueños, es de todo. De su río, el Turón, limpio como pocos en España, y de los arroyos que vierten en él sus aguas; sus bosques cubren una gran parte del municipio con pinos, encinas y pinsapos; de sus calles, anchas y rectas; de sus grandes y bien ajardinadas plazas; de sus aceitunas, huertas, gastronomía, folklore, artesanía y fiestas...
Los primeros habitantes de estas tierras dejaron gran cantidad de hachas de sílex y otros utensilios líticos. Después llegaron los celtas con los castros, y los cartagineses y las torres de Aníbal; los romanos dejaron calzadas como la del Puerto de los Empedrados; los visigodos, las tumbas; y como El Burgo tiene una situación estratégica, los árabes levantaron el castillo.
Hoy en día para el viajero que busca la tranquilidad, El Burgo es el sitio ideal. No es difícil observar el vuelo de las águilas y las cigüeñas anidando en lo alto del campanario de la Iglesia de la Encarnación, del siglo XVI. Habrá que tener en cuenta las tres fiestas mayores que llevan el bullicio a la localidad: el carnaval; la quema del Judas, el domingo de Resurrección; y la feria, por San Agustín.
GUARO
La dulce flor del
almendro
Un cartel en la carretera reza: Guaro, paraíso
natural de la almendra. Y dice bien, porque si hay dos palabras que describan a
la villa condal guareña, éstas son paraíso y almendra. Más de dos millones de
kilos de este fruto se recogen cada año, que
pasan a convertirse en
exquisitos dulces y que suponen un importante activo de pueblo por su
insuperable calidad. Y de su condición de edén habla su situación: en la Sierra
de las Nieves y a un paso de la Costa del Sol; amén de sus calles
adornadas de macetas -más de ocho mil-, que estallan de flores cada primavera y
llenan el ambiente de mil y un aromas.Guaro es tierra de paz. Se sabe que tras la rendición a los Reyes
Católicos, los alcaides musulmanes guareños eran consultados por las autoridades
cristianas, que admiraban su ecuanimidad y saber hacer. Será por eso que aquí se
asentaron clanes ya en la Edad de Cobre, y que romanos, en Polvillar, y árabes,
en Guaro el Viejo, dejaron sus huellas en el paisaje en forma de construcciones
y defensas.
Sus fiestas son participativas, entrañables. A comienzos de diciembre,
se elige a unas mocitas del pueblo para que hagan de camareras de la Virgen
Inmaculada, patrona del pueblo. Es la fiesta de Las Mayordomas, un evento
decimonónico profundamente religioso, que se desarrolla entre pétalos de rosa,
cánticos marianos y fuegos artifi- ciales. En mayo, la romería a San Isidro
traslada el festejo a las orillas de río Grande y a finales de agosto, como no,
la Feria, para celebrar fraternalmente la terminación de las faenas del
campo.
En los nueve pueblos que
conforman la Mancomunidad de Municipios Sierra de las Nieves y su Entorno,
situados alrededor del Parque Natural del mismo nombre, se entremezclan la
tradición artesanal con la innovación tecnológica, la parsimonia del trabajo a
mano en el patio de la casa con la rapidez vertiginosa de los ordenadores de
última generación.
La Reserva de la Biostera Sierra de las Nieves
y su Entorno forma parte desde junio de 1995 de los 328 espacios reconocidos por
el Comité Mab (Hombre y Biosfera) de la Unesco, en todo el mundo, como lugares
donde se conjugan unos valores ambientales, etnológicos y de biodiversidad de
especial interés a escala internacional.
Aún perduran las huellas del hombre
prehistórico en la Sierra de las Nieves. Pero es durante la dominación musulmana
cuando esta tierra toma una identidad que aún no ha perdido. Sus calles y
plazas, acequias y molinos, destilan aroma a Al-Andalus. En la mayoría de los
pueblos, sólo la iglesia, construida tras la Reconquista, refleja el proceso de
critianización que por estos lares no concluyó hasta mediados del siglo
XVII.
ISTÁN
Aromas a mar y
monte
En Istán, la naturaleza es testigo mudo de la historia. El agua, que corre por sus calles y acequias y brota de infinidad de fuentes, discurre por Río Verde para acabar mansa en el pantano, manantial de la Costa del Sol y brazo de un mar mediterráneo que quiere saludar al pueblo de Sierra Blanca. Los árboles, que por miles rodean frondosos la villa y cuyo patriarca, el majestuoso Castaño Santo, ha acompañado durante quinientos años a un sinfín de generaciones de panochos y por ende a la humanidad, de la que es patrimonio. Y toda su corte de fauna y flora, que convierte este enclave en puerta de entrada al Parque Natural.
La historia, que sí la cuentan los hombres, nos habla de batallas entre musulmanes y cristianos en rincones como la plaza de armas o el pueblo de la Refriega. O nos narra cómo los colonos murcianos que repoblaron estas tierras trajeron a la villa, además de maíz, el gentilicio de panochos, que es como decir istameños.
Durante sus fiestas, San Miguel Arcangel, a finales de septiembre; la Tostoná, el día de Todos los Santos; o los Zambombeos, en diciembre, así como en Semana Santa, locales y visitantes recorren las calles, compran la bella artesanía de palma y esparto, disfrutan de los manjares de la tierra y celebran en armonía la alegría de vivir. Acércate a están y comprobarás todas estas cosas.
MONDA
Más que un paisaje
pintoresco
Cuenta un leyenda que el 17 de marzo del año 45 antes de
Cristo, en lo que hoy es Monda,
Julio Cesar se alzó victorioso sobre los hermanos Cneo y Sexto Pompeyo, en una
batalla que decidió la hegemonía del mundo conocido. De esta época que todavía
medio kilómetro de calzada romana, que atestigua el pasos de las legiones por
los parajes mondeños. Sin embargo, fueron los árabes los que dieron a esta villa
la relevancia que aún tiene al construir en lo más alto el castillo Al Mundat,
hoy llamado de Monda o la Villeta, y en cuyo interior un moderno hotel recibe al
viajero con la misma hospitalidad que los califas de entonces.
Las raíces árabes se palpan en Monda en cualquier esquina. El viejo
arrabal, donde se ubica el lavadero, los molinos, las fuentes,las huerta
nazaríes... Por todos estos rincones se encuentran los talleres artesanales de
marroquinería, talabartería y forja de rejas. O la Casa-Museo de Marigloria,
escaparate de antigüedades y tradiciones. O el Calvario, coronado por tres
cruces de hierro forjado. El viajero se topa con una naturaleza vigorosa, donde
practicar multitud de actividades.
San Roque rompe el silencio pertinaz cuando el pueblo celebra su fiesta mayor a mediados de agosto, honrando a su patrón con el mismo entusiasmo con que en diciembre los hombres vestidos de pastores rondan las calles zambomba en mano. Todo, en fin, hace ver que Monda, declarada Paisaje Pintoresco en 1971, es sin duda mucho más.
OJÉN
La villa del duende
Ojén embriaga por los cuatro costados: el aroma a jazmín y
dama de noche que llena las calles de esencia andalusí, siempre teñidas del
rojo, verde y amarillo de las
macetas, hechiza los sentidos. El duende de las primeras figuras del
flamenco que acuden a su festival de verano, por el que han pasado Camarón, El
Cabrero, Farina y tantos otros, embruja el alma. Y, como no, el aguardiente, que
hizo famosa la expresión "media copita de Ojén", y que embriaga la pena y la
trastoca en jarana, en una alegría de vivir que se desata en sus fiesta, como la
que honra al patrón ojeneto, san Dionisio Aeropagita, a comienzos de octubre,
que es fiesta abierta, sin casetas, para todos, como las romerías del uno
de mayo y el uno de noviembre.
La naturaleza también ha sido pródiga en este paraíso ecológico y ha poblado de infinidad de plantas y animales sus tierras, ricas en aguas y minerales, templadas, al abrigo de los fríos gracias a la Sierra Blanca y a la cercanía de la Costa del Sol.
Y en medio del monte serrano, el Refugio del Juanar, un hotel que conjuga el lujo con la tradición, construido a comienzos de este siglo para servir de refugio de caza al marqués de Larios y que fue visitado por Alfonso XIII, donde la degustación de los platos típicos se torna en arte y el duende vuelve a aparecer clomo por encantamiento.
TOLOX
El color de la
tierra
En Tolox la tierra tiene el color del principio de los tiempo. Rodeada de sierras calizas, esta villa se alza sobre la afloración de peridotita volcánica más grande del mundo, recuerdo de cuando el planeta era humo y fuego. Los toloxeños son conscientes de ellos y saben que por encima de tartesos, fenicios, romanos y árabes, que por aquí pasaron, es la tierra la que debe dictar sus pasos. De esta tierra de la que brota el agua medicinal que nutre el balneario de Fuente Amargosa, remedio de muchas afecciones y milagrosa a la hora de tratar bronquios y riñones.
Y también en esa tierra en la que crecen los ancestrales pinsapos y los milenarios quejigos, por la que corretean las cabras montesas y sobre la que vuela el águila real. Tierra que se alza hasta el cielo en el pico Torrecilla y que se hunde a los abismos en la sima GESM o en la cueva de la Tinaja, en la que se han encontrado restos prehistóricos. Tierra, en fin, que proporciona la vida, el alimento y la materia prima para la artesanía del esparto, palma y pita, de la que saldrán esteras, cestas y tantos otros objetos de uso diario.
Por eso, en su feria de agosto, el pueblo honra a la tierra y al patrón con la Cohetá, y cuando el eje del planeta se vence hacia el solticio de verano, verde la almendra y mustia la violeta, se come el exquisito pan de higo pintao y la sopa tolita y muchos otros platos que calientan el cuerpo el Día de las Mozas, en diciembre, en Carnaval o en Semana Santa. Porque en Tolox la tierra tiene el color a vida.